Comentario
En el verano de 2000, el presidente norteamericano Bill Clinton, trató de dejar la paz en el Próximo Oriente como herencia política, para lo que reunió en Camp David -la simbólica sede donde, en 1978 Beguin y Sadat llegaron a los acuerdos de paz entre Egipto e Israel- a Yasser Arafat y a Ehud Barak. Si eso se hubiera hecho el año anterior es posible que hubiera tenido éxito, pero en julio de 2000 resultó un fracaso. Y es que en el año transcurrido desde la llegada al poder de Barak a su reunión con Arafat en Camp David 2, habían pasado muchas cosas: el encadenamiento parlamentario del primero y la pérdida de peso político del segundo, sobre todo, tras la retirada israelí de Líbano, en marzo de 2000.
El mundo árabe aplaudió el coraje mostrado por los chiís libaneses combatiendo a los israelíes en el sur de Líbano desde 1982 y se sacó la universal conclusión de que otro gallo les cantaría a los palestinos si, en vez de haber renunciado a la lucha armada a partir de la Conferencia de Argel, en 1988 y de negociar los acuerdos de Oslo, de 1993, hubieran seguido combatiendo. Era habitual este tipo de razonamiento: "Hezbola ha expulsado a los israelíes de Líbano, Arafat, por el contrario, es un juguete en manos de Israel: ¿Dónde está el Estado prometido en 1993? ¿Dónde la retirada de los asentamientos, que son más ahora que entonces?"
De inmediato surgió una creciente resistencia popular a cualquier nueva concesión a Israel. El líder palestino había sido desgastado por las interminables fintas de la política israelí a lo largo de estériles negociaciones prolongadas durante siete años y su pueblo no le iba a permitir ni un solo retroceso más.
Se estaba gestando el estallido de la nueva Intifada. Para ello bastó una provocación y de ella se encargó Sharon, que a finales de septiembre de 2000 subió a la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén -tercer lugar más santo del Islam- acompañado por dos millares de policías y soldados. Entonces comenzó la escalada de las piedras contra fusiles; fusiles contra cañones; personas-bomba contra el poderío militar de Israel... Las consecuencias hasta ahora han sido mil quinientos muertos, más de veinte mil heridos, la destrucción de gran parte de la infraestructura de los territorios ocupados y la interrupción de las negociaciones.